Los centros de los poblados mexicanos son un catálogo de bronce y piedra que enuncia la cosmovisión de sus habitantes. En las grandes ciudades, tanto como en pequeñas comunidades, la música de los zócalos viene de campanarios y el material de los muros es cantera; excepto en Pachuca. La comunidad metodista edificó templos y escuelas de ladrillo rojo en corazón de la capital hidalguense, donde cada hora se escucha tañer un reloj monumental. En Calles de ladrillo rojo, el historiador Daniel Escorza Rodríguez entrega al lector los argumentos centrales de una historia de diversidad religiosa, educación escolarizada y valores cívicos. En su paso por el templo metodista, por el colegio Julián Villagrán, o por la escuela Hijas de Allende, hombres y mujeres, en calidad de ministros, docentes o alumnos, han enriquecido la cosmovisión de Pachuca.