Este texto fue uno de los ganadores del Clan de letras edición octubre, cuya temática fue Terror

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Vacío

Vacío

Escrito por Alinn Mejía, 21 Nov · No. de Visita: 848


Eran pasadas las 10 de la noche. Camila caminaba de prisa, debía llegar cuanto antes a casa. Aquél, no había sido el mejor de sus días. Nunca dejaban de molestarla. Camila esto, Camila aquello. Estaba harta, pero hacía su mejor esfuerzo, en verdad necesitaba el trabajo. Ese horrible trabajo, pensaba Camila acelerando aún más su paso. ¿Por qué esto nunca termina?

El camino era el mismo de todos los días, lo sabía de memoria, creía incluso poder recorrerlo sin ver. ¿Qué cosas piensas Camila?

Dobló en la siguiente cuadra a la derecha. Ahora ya sólo tenía que caminar un par de cuadras más, tomar un camión, cruzar el puente y pasar por ese parque que tanto odiaba. No podía dejar de pensar en su cama, sólo quería llegar y recostarse en su cama. Todo parecía normal, aunque el camino se le había hecho de pronto inexplicablemente más largo que de costumbre. Iba ensimismada, de hecho, todos lo hacían. Todas las miradas siempre fijas perdidas caminaban con ella. El viento estaba muy frío, resoplaba y congelaba sus labios, entrecerrando los ojos seguía caminando. Debió haber sido por esto, quizá dobló en la cuadra siguiente, pero el camino ya no era el mismo. No se asustó pues conocía bien estos rumbos. Estaba muy oscuro. Debo seguir y doblar a la izquierda, pensó y con cada paso parecía que Camila se perdía entre espejos. Un sudor helado le recorrió el cuerpo y por primera vez sintió miedo.

Miedo no de saberse perdida, miedo al día de mañana, a lo que pasaría. Miedo de despertar y encontrarse de nuevo sola y rendida. Los pasos cada vez más tenues de Camila desparecían. Sin darse cuenta, ya no había nada a su alrededor, no había camino, no había personas, no había edificios. Sólo estaban ella y sus pensamientos. Un estrépito alarido se oyó a lo lejos. Su parsimonioso caminar se volvió frenético. Corrió, corrió como nunca lo había hecho. Camila tropezó, pero en seguida se levantó, alzó la mirada hacia el cielo y vio como una enorme sombra sobrevolaba su cuerpo. Una enorme sombra, con ojos sangrientos la miraba fijamente, penetraba su mirada en la de ella, sonriendo. Una sombra deforme que se perdía con el viento. Camila no sabía lo que estaba viendo, solo sentía la mirada punzante en su cuerpo, era como si todo el mal y toda la ira del mundo se concentraran en ese momento. ¿Quedarse o huir? Que diferencia haría. La vida es una constante lucha sin remordimientos. Camila sabía bien lo que pasaría. Lo supo desde aquel momento, lo supo al salir de su trabajo, lo supo al comenzar a caminar. Sabía que nunca llegaría a su casa. ¿Pero, cómo, por qué, cómo pudo saberlo?

Hay una constante en la vida. Camila debe saberlo. Al salir del trabajo, vio aquella sobra, la siguió todo el tiempo. ¿Por qué no hiciste nada Camila?

La noche era aun más densa, las nubes convulsionantes encierran secretos, criaturas extrañas toman la forma de nuestros peores miedos. Quieres huir, esconderte, pero ni siquiera puedes extinguirte. Camila dejó de luchar, la realidad es mucho más aplastante, pensó. Extendió sus brazos y se dejó tomar por aquella forma inhumana. Al fin no sintió miedo.

Una multitud obstinada rodeaba un cuerpo inerte, frío, y tranquilo. Camila observaba a lo lejos, sus ojos tristes y vacíos pudieron ver en ellos su propio reflejo.


Autor:

Alinn Mejía

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