Esta es una colaboración de Erasmo W. Neumann y Editorial Elementum

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El bueno, el malo y Quiroga

El bueno, el malo y Quiroga

Escrito por Erasmo W. Neumann, 13 Feb · No. de Visita: 1034


Remontémonos al Uruguay de principios del siglo XX. Cuando el telón de “los novecientos” se levantaba, surgieron en Montevideo dos sociedades de artistas e intelectuales que, cual Montescos y Capuletos, llegarían a engendrar una singular rivalidad. Una de ellas fue La Torre de los Panoramas, fundada en 1900 por Julio Herrera y Reissig y su colega Roberto de las Carreras, llamada así porque sus tertulias tenían lugar en el ático de la mansión familiar del primero, de donde se tenía una imponente vista del Río de la Plata. La otra, conocida como El Consistorio del Gay Saber, tuvo sus orígenes en 1902 por convocatoria de Horacio Quiroga y su amigo Federico Ferrando, originarios de Salto los dos, y sostenía sus encuentros en una pensión de la capital. Conforme los miembros de una y otra comenzaron a publicar sus primeras obras literarias, aquéllos apegados a una corriente estética y conservadora y éstos más allegados a lo novedoso y experimental, se desataron polémicas que derivaron en intercambios de críticas y ofensas entre ambos bandos. Los periódicos locales fueron el escenario de sus enfrentamientos. Algunos pleitos fueron más allá del papel, como el que protagonizaron Álvaro Armando Vasseur y Roberto de las Carreras en 1901, el cual estuvo a poco de derivar en duelo, con padrinos y toda la cosa.


En febrero de 1902 el poeta Guzmán Papini y Zas, miembro de La Torre, inició en el diario La Tribuna Popular una sección titulada “Siluetas de literatos”, desde donde se dedicó a atacar a los miembros del Consistorio. Se ensañó en particular con Federico Ferrando, pues éste antes había hecho una crítica desfavorable de un trabajo suyo. La réplica del salteño no se hizo esperar. Comenzaron a volar los agravios cual pelotas entre dos raquetas, y el aire se envició de nuevo con la palabra “duelo”. Si bien ninguno se atrevió a lanzar el reto, Ferrando, seguro de que el enfrentamiento era inminente, encargó a su hermano Héctor la compra de un revólver y citó en su casa a su potencial padrino, Quiroga, la tarde del 5 de marzo. Éste, sentado en la cama, inspeccionaba el arma cuando se le escapó un tiro que dio justo en la boca de su amigo. La intervención médica fue fútil, pues Ferrando se desangró hasta morir. Quiroga, deshecho, se entregó esa misma noche en la jefatura de policía y se confesó culpable del incidente. Dos días después salió libre tras comprobarse accidente lo sucedido.


Nada sería igual para Horacio Quiroga en adelante: la muerte de su amigo lo orilló a un aislamiento que terminó por derrumbar el Consistorio del Gay Saber, y aunque en adelante Papini y Zas guardó su distancia de los medios —la opinión pública lo consideró el malo del cuento—, fue el propio Quiroga quien se llevó la peor parte pues, incapaz de encarar a la sociedad montevideana, dejó Uruguay con rumbo a Buenos Aires en 1903, sin saber que aquélla apenas era una de las muchas tragedias que le deparaban los treinta y cinco años siguientes.


Autor:

Erasmo W. Neumann

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