Aún fustigan solemnes los remos que me llevan
al hogar,
y el esfuerzo por asistir aligera el sopor
mediterráneo;
el viento viene cargado de pimienta y canela de
la costa,
puedo percibir su fragancia más allá del oleaje
salado.
Mar adentro te nombro, y al llamarte voy palpando
tus extremos.
Mi voz anticipa mi llegada y te descubre sobre
la hierba
diciéndote palabras amorosas que se amarran a
tus muslos
como serpientes o chacales en busca de un sitio
donde asirse.
Quiero contarte lo que me dijeron al oído
las sirenas,
también de las mujeres que recogieron mi cuerpo
del naufragio;
pero me basta este viento para olvidar que alguna
vez fui Nadie.
Me basta sentir que mi voz agita los laureles
perfumados
mientras abejas sicilianas zumban en tu piel
crepuscular,
avisándote de mi regreso, cuando todavía no llego.
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