Últimamente he pensado mucho en la frase “salir del closet”, me hace gracia que la gente piense en el hecho de aceptar una sexualidad diferente a la considerada “normal” como “salir del closet”, como si fuera un lugar que tiene localización geográfica posible de ubicarse en un mapa.
Personalmente, creo que la forma de experimentar la sexualidad o tener cierta inclinación a la normalmente estipulada por la sociedad (siempre y cuando no afecte a otras personas) no debería considerarse como un tema tabú o algo sobre lo que extrañarse.
Sé que para algunas personas puede ser difícil, muy difícil aceptar que se tienen gustos o preferencias diferentes a las de otros, que puedes sentir que las personas a tu alrededor te van a ver, juzgar o percibir diferente. Aún cuando en estos tiempos la gente suele ser más tolerante y empática al respecto. O incluso que la mentalidad de las personas haya cambiado y sea un poquito más abierta.
Curiosamente no sé si tomarlo como una bendición, pero afortunadamente no recuerdo un momento en el que me hubiera sentido atormentada al descubrir que me gustarán las mujeres al igual que los hombres o que me preocupara que pensaran los demás al respecto incluyendo a mi familia y a mis amigos. Desde que lo descubrí y asumí, hablar de ello para mí se volvió como hablar de cualquier cosa y creo que así debería de ser.
Porque si nosotros mismos tratamos de encubrir el tema, por no generar incomodidad o disgusto en otros. Creo que jamás se podrá ver diferente el asunto.
Mi “salida del closet”, sucedió en la secundaria. Por esos entonces tenía dos mejores amigos (un chico y una chica) con los que parecíamos uña y mugre. Y cuando les dije que creía que era bisexual porque había notado que me sentía atraída por las chicas de la misma forma que por lo chicos fue gracioso al ver que mi amigo en ese momento admitio que le gustaban los chicos y mi amiga que le gustaban las chicas.
Me encantaba referirnos a nosotros como el trío del gay, la lesbiana y la bisexual. Supongo que en retrospectiva, esa fue una de las tantas cosas que me hizo verlo con demasiada normalidad, sin tener que sentir que era algo que debía esconder o lo que avergonzarme.
Pero regresando al cómo me di cuenta de que eso era una realidad para mí, se debe como en la mayoría de las historias a una chica. Su nombre era Cinthia.
Cinthia iba en el mismo salón de clases que yo y se sentaba a dos bancas de distancia de la mía, justo frente a mí. Lo que agradezco porque eso me permitía mirarla con total libertad sin que ella lo notará.
Me gustaba ver como su cabello impresionantemente largo caía sobre su espalda y revoloteaba los días que hacía aire, me gustaba verla concentrada trabajando en la materia que fuera, me gustaba ver como le sonreía a sus amigas y sobre todo como me sonreía (aunque no fuera una sonrisa especial) a mí cuando platicabamos o hacíamos alguna broma sobre algo.
Creía que era discreta y pensaba que con el hecho de no decirle nada porque claro que sabía que no me correspondería (en primer lugar porque le gustaba un chico de otro salón y se alucinaba por él y en segundo lugar porque si a mi edad no se como lidiar con los sentimientos que involucran una relación de pareja menos en ese entonces y mucho menos con una chica). Que una amiga me preguntara mis razones para mirarla en repetidas ocasiones, me hizo darme cuenta que hay cosas que por más que quieras no las puedes ocultar.
Ella por supuesto no sabía nada al respecto y aunque a la fecha no es algo que vaya pregonando por la vida, tampoco es algo que oculte y cuando me preguntan al respecto respondo con toda la sinceridad posible. Pero lo que más recuerdo de cuando me preguntó por ello fue que no sentí miedo alguno por decirle, más bien definiría ese sentimiento como ansiedad por saber qué me diría y lo que más me asombró fue que me dijera con demasiada objetividad a mi parecer que Cinthia le parecía bonita y que si fuéramos novias haríamos una bonita pareja.
Nunca vi el hecho de que me gustarán ambos sexos como una etapa por la que estaba pasando como a la mayoría de la gente conservadora le gusta creer. Y si soy sincera no me hubiese gustado que lo fuera. Aunque pueda no ser del agrado de todos es algo inherente a mí, no es algo con lo que pueda luchar y si muchas veces tengo dificultades para aceptar ciertos aspectos de quien soy, no quisiera tener que agregar eso a la lista también.
No voy a decir que de ese punto hasta hoy, todo ha sido color de rosa y felicidad, mentiría. El hecho de que no tenga problema alguno en aceptar mi bisexualidad por completo, no quita el hecho de que también pasé momentos difíciles sobre todo con mi familia y en especial con mi mamá.
Cuando por fin se lo confesé (y no porque sintiera necesidad de hacerlo) sino porque ella fue quien me encaro para hablar de ello y lo que asumo llevaba sospechando por un tiempo considerable cuando comencé a salir con una chica en la Universidad, me dolio mucho verla y sentirla decepcionada y quizá no ser lo que ella esperaba o deseaba de mí.
Así que si pudiera darle un consejo a alguien sobre cómo llevar su vida de la mejor forma posible (hereto, homosexual, bisexual, pansexual, etc, etc), sería el siguiente: deja de esperar permiso para ser quien eres y sobre todo quien quieres ser.
Escrito por Iván Mimila y Luis Efrén Escorza Rosas
26 Oct
Escrito por Erasmo W. Neumann
18 Jul
Escrito por Editorial Elementum
12 Jun
Escrito por Alessandra Grácio
14 Sep