Viernes por la noche y sabes que yo tengo lo que necesitas y quieres, puedes y sabes bailar, porque con tu manera tan provocativa de moverte sabes que eres la reina de la noche. Mira a esa chica sobre el escenario, la manera en la que porta los tacones, lo extravagante de su vestuario, su maquillaje tan pronunciado; si tienes un chance, esta noche podrás bailar con ella. Claro que como en todo cuento de hadas, la magia sólo dura hasta la medianoche, puesto que al día siguiente, toda aquella euforia y éxtasis que se vive por la noche tiene que volver a su realidad.
La reina de la noche vuelve a ser uno con los plebeyos, siendo el chico tan ordinario que toma clases en la universidad; es el mismo joven que comparte el día con sus compañeros de clase y platica de temas que sólo los jóvenes entienden. Es ese chico que tiene pintadas las paredes de su habitación de color azul, decorado con pósters de cantantes divas de los años 80; ese chico que de su armario cuelgan los pantalones de mezclilla y camisas con diseños de cuadros, pero en el fondo del clóset esconde una caja con vestuarios extravagantes, pelucas, zapatillas y diamantina rosa. ¿Quién dijo que el color rosa representa la feminidad? ¿Quién le asignó a los colores el género?
Eran las preguntas que se hacía sentado en el suelo de su habitación, contemplando las paredes e imaginando cómo se inundan de cientos de olores y contempla la lámpara del techo; esta poco a poco se vuelve una enorme bola de cristal y suena de fondo “Like a virgin” de Madonna, pero no es hasta que suena “Queen of the night” de la grandiosa diva Whitney Houston que se siente obligado a ponerse de pie y desplazarse por todo el cuarto; pero debe ser muy precavido, puesto que nadie puede escucharlo, ni mucho menos verlo practicar esos bailes tan provocativos y sensuales para un joven de 19 años. La cama se vuelve el escenario que horas más tarde visitará, sólo debe esperar a que todos en casa se duerman para escapar por la ventana de su cuarto, subirse al auto de su mejor amiga que lo espera una cuadra adelante y con su maleta en mano llega al bar gay de la ciudad para prepararse.
En el recorrido que hay que hacer de la entrada del bar a los camerinos, contempla cómo las parejas viven libremente, aman simplemente y cómo el resto de la gente lo contempla, le sonríen y esperan verlo en el escenario. Una vez dentro de los camerinos, rodeado de las demás chicas vestidas y transformadas en Drag Queens, mientras comparten anécdotas, maquillaje, sombras y lápiz labial, se ayudan a vestirse y a colarse todos los atuendos, es como “Bob Dylan” (así es como hace llamar su personaje Drag) está lista para deslumbrar en el escenario.
Otra noche más de éxito. Las propinas son buenas, es de lo que más se gana. Uno pensaría que se pierde la dignidad en un trabajo así pero como decía su abuela: “pena robar y que te descubran”. Siempre tiene en cuenta estas palabras, las tiene tan marcadas como el tatuaje en su antebrazo izquierdo citando el nombre de una de sus artistas favoritas “Nací de esta manera”; sin duda alguna es una diva en potencia, es una pena que tenga que vivir una doble vida... En fin, toda princesa vivió aventuras de manera clandestina antes de ser reina.
Ya es muy tarde, a pesar de que el bar cierra temprano, se ocupa del aseo del lugar; “ella en Cenicienta” con el maquillaje en la cara y algunos atributos de su vestuario puestos, tiene que regresar a casa, pero en su camino tiene la desgracia de toparse con un grupo de sujetos que la acosan por el hecho de vestirse con ropa de mujer; piensan que es un enfermo, una abominación y a pesar de no mostrarles ninguna pizca de miedo, esa noche no se libra de salir con el vestuario rasgado, y el rímel corrido por las lágrimas derramadas durante el ultrajo.
Mientras se quita los restos de aquel amargo recuerdo, mirándose fijamente en el espejo ya de su recámara, se contempla y piensa firmemente en que su familia debería de conocer su verdadera personalidad; desea con todo su ser que lo apoyaran y que no buscaran cualquier momento para hacer comentarios ofensivos y homofóbicos sobre sus hermanos y hermanas. Sabe que no están listos para esa verdad tan fuerte, así que solo le queda seguir ahorrando lo que gana en aquel bar gay de la ciudad y no dudará en dejar su casa.
Mientras tanto, no pierde la oportunidad de seguir rindiendo homenaje a su abuela noche tras noche, y a pesar de los peligros que representa hacerlo, sabe que existe quién lo respalda y apoya, además que nunca dejaría de fallarles a sus súbditos por ser la reina de la noche.
Con amor para todas las y los drag de México.
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